La dignidad de la vejez
Para nosotros sus hijos y sus hijas, nuestros mayores son importantes, son como ese pequeño y amado cofrecito lleno de sentimientos y emociones que nos acerca a nuestra infancia, a nuestras primeras vivencias y recuerdos.
Son nuestros padres, nuestras madres, hoy ya mayores, con dificultades de autonomía, de deambulación, con achaques propios del paso del tiempo, de esa ancianidad a la que el transcurrir de la vida les acercó.
Es para ellos que buscamos una nueva casa, un lugar en el que se perciban queridos y acogidos, que les ofrezca una estancia con calidad de vida , un trato afectuoso, una sonrisa , una mirada cómplice….. que sientan la dignidad de su vejez.
Porque ellos son los transmisores de nuestra cultura, de nuestros afectos, son nuestras raíces, la ligazón del pasado con un futuro mejor. Las sociedades se honran en el trato a sus mayores.
Hoy en día por nuestros ritmos de vida no podemos ofrecer a nuestros mayores todas las atenciones que su edad demanda, por lo que buscamos ese lugar, esa nueva casa, esa estancia que ellos hacen rápidamente propia en una residencia de personas mayores.
Con su caminar cansino, con su deambulación ya torpe con sus ritmos lentos y pausados, van ocupando los espacios abiertos y luminosos , que la residencia les ofrece, van sintiéndose parte de ella, en una armónica simbiosis con Eduardo, María José, Mariana, Y todos los trabajadores de la residencia “El Palmeral”.
Ellos cubren sus necesidades básicas y prioritarias de cada día, realizan esa atención personalizada, esa comprensión de sus pequeñas manías, de sus ritos cotidianos. Ellos les regalan una sonrisa, una canción, un guiño cómplice y afectuoso, les hacen sentirse válidos y acompañados en esa estancia, en su nueva casa, en su residencia. Así todos y todas conforman un nuevo hogar.
(Escrito por Josefa Avilés García, hija de la residente Marquina García López, ingresada en la residencia desde 21/01/2003)
Publicado en la verdad el día 13/08/2006